miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tras las huellas del Minotauro

Sé que divago con frecuencia abriendo la puerta a la tempestad en la brevedad del silencio paulatinamente opacado por la furia del viento en lo alto de la ventana, <me constan también vuestras acusaciones> reconozco que en mi pequeño espacio aprovechando la apertura de la vieja puerta unos desgraciados han entrado,  no niego tus acusaciones, lo sé, soy insensato, incoherente muchas veces, pues  como dices <aquella vieja puerta hace mucho tiene dañado el cerrojo>, no es segura lo admito ¿pero que he de perder si tu misma ya te has ido? Es difícil entender el lugar de la torpeza del otro, cuando no sentimos y comprendemos el presente desde su óptica, en todo caso, la puerta seguirá con el cerrojo dañado a la espera de tu agrio aroma atravesando nuevamente la casa.

Mi casa, esa descolorida pared escuálida como el árbol del miedo sembrado por ti al lado derecho de la maceta de oro, si, mi casa, vuestro anterior abrigo, ella se ha convertido como señalas, en el asidero de tumulto de penas y vagas sonrisas, por ello, me declaro culpable de ser testigo de la miseria y pido la máxima pena por acostumbrarme a aquellos llantos y permitir en mi único instante posible de ser vivido <que se esfume la locura>.

Mi casa, aquel ostentoso refugio de diez pensamientos y un mil de banalidades, ha sido desde hace mucho el escondedero de mi temerosa mirada en el diván de la clara noche que enreda mis calculados pasos. Sus pálidas paredes  me precipitan a diario a la boca  del remolino en cuya tierna indefensión soy lanzado cada mañana en el agitado despertar con gran insistencia. Espero recuerdes aquel laberinto fantasmal que señala el camino hacia mi vieja casa, la misma descolorida casa al lado del árbol del miedo donde el viento roza en cada pomposo momento la desde entonces cortina de la ventana.


El hecho, es que el laberinto azul tornasol posee un tímido olor a franela destilado, el cual se nutre del recóndito recuerdo donde me hallaba embriagado en el compacto sabor a ti, rememorando aquel lugar al pie de la silla corrediza que da con el pasaje secreto donde está oculto el elixir de la esperada calma.

Con tu partida, solo sé que en mi laberinto sigo siendo yo en medio de mis crudas excitaciones, en cuyas puertas en el equivoco del sueño, siempre, aunque nunca he entendido la razón, te encuentras señalando fríamente que no hay salida. Laberinto aquel, donde es vaga la enseñanza pues no ha de haber maestro que enseñe los oficios del propio silencio en el menester inalcanzable de la vida que nos lleve a conquistar el día soñado.
 
Como las letras a las canciones son las partes a mi casa, puertas sólo tres, ventanas cinco, sillas dos, tasas una, colores, olores, ruidos y como olvidar una fogata en donde vagos pensadores entorno a un tinto, cosechado en la huerta del llamado portal interior del encuentro, en un lugar no identificado del laberinto, devela el lenguaje en el que tu y yo, ingrata y siempre ajena amiga, atrapados, seguimos existiendo.  


domingo, 14 de noviembre de 2010

Encuentros y Falacias: La Educación Eticamente nos Pertenece


Pareciera invernar. ¿Qué pasaría con el ser humano si tuviere la capacidad del oso polar para invernar el cincuenta por ciento de su existencia? Sin duda, tendría un buen tiempo para evadir el fatídico y tirano caminar, que le hace uno común entre muchos y no un diferente entre tantos. Los procesos de masificación están insertos en el lenguaje del hacer en medio de una sociedad postmoderna, mercantilista, al servicio del libre fluir de información no constructiva, ligada obviamente a la producción como el plus del éxito, en torno a un calculador sendero en el, a priori, «si hago esto seré feliz».

¿Cómo humanizar los contextos? Presumiblemente el trabajo no hace al hombre ser humano, ni siquiera le imprime un componente que garantice, en las afanosas y monótonas jornadas, algo más allá de la utilidad monetaria y la satisfacción (no en todos los casos) por el deber cumplido. El «hacer»: vaya ¿acaso te has preguntado por qué tu vida está dispuesta a hacer cosas? Cuando hacemos obviamos las preguntas, por cuanto toda actividad imprime un método, una forma de hacer más eficiente el trabajo, pero no da lugar al cuestionamiento; para muchos, dicha situación presupone el sendero lineal de un eterno presente que se desvanece presurosamente, sin ni siquiera componer de su vida un verso existencial en el menor grado de simplicidad.

El malestar de la cultura no es otra cosa que la ruptura del proceso comunicacional inherente a la duda cartesiana, dudar de todo al menos como proceso implica ser receptores críticos de aquellos contenidos que se hacen fenomenológicamente presentes a una conciencia que aprende; sin embargo, en escuelas de cualquier tipo, la pregunta se ha focalizado en el universal ¿entendieron? Ni siquiera ¿entiendes? Qué futuro podremos ofertar si en el aula, donde supuestamente gestamos el «ser» de los hombres y mujeres del presente, el discurso no es dual-dirigido; al contrario, en ellas se evidencia a un sujeto que “se sabe” conducente simbólicamente a la dirección de un todo sin forma, el cual muchas veces corresponde más a la etiqueta (ese grupo si es indisciplinado, es el más altanero, o es juicioso) negando con ello cualquier posibilidad existencial de un contraargumento que dinamice en la complejidad los correlatos de la realidad.

En todo caso, hombres y mujeres de todas las partes preferimos la ocupación, en mi opinión porque ocupar la mente no necesariamente implica el acto del hablar o ponerse en cuestión. Para las mayorías el hacer supone un clima, a mayor silencio mayor productividad, más cuando la mirada se aposenta sobre un objeto difuso en cuya comprensión es funcional buscar la visión enciclopédica, cuya posesión conceptual favorece dos procesos: (1) signar al sujeto poseedor de conceptos como letrado, esto es abastecer de narcisismo del sujeto y (2) librarlo de la angustia que supone la emergencia creativa de nuevas definiciones de objetos en conjunto con la posibilidad inherente de ser refutado. De ahí que haya mayor dificultad en crear que en aprender.

De hecho, si definimos enciclopédicamente academia, aquellos que queremos recrear una educación focalizada en el desaprendizaje no tenemos lugar en ella, de manera que todo concepto bien en el plano de la cotidianidad o de la ciencia se caracteriza lógicamente por definir lo que algo es en sí mismo y no otra cosa, siendo intrínsecamente toda definición excluyente; puesto que aceptar dos o más definiciones sobre lo mismo supondría para la comunidad científica una alteración de los principios de claridad y precisión. Encontramos entonces la definición de la Real Academia Española para “academia”: “Sociedad científica, literaria o artística, cuyo establecimiento tiene autoridad pública”. ¿Donde quedamos aquellos para quienes la ciencia no es la panacea? ¿O los no literatos y los artistas? Tanto arte y ciencia como literatura constriñen al sujeto que les sigue de unos parámetros que le permiten epistemológicamente ser coherente con los que dice ser, sin embargo, cierta tendencia academicista ha reducido notablemente en los ambientes de academia a los libre-pensadores sin los cuales pocos aportes interesantes habría en el plano de la reflexión.

Usualmente el discurso académico es tan conceptual y ajeno al saber ser que no percata a los involucrados sobre el sentido real de la palabra en el eterno simbolismo del sin sentido que es posible en la medida del lenguaje, he ahí el meollo de la incomprensión, razón de la cual casi nunca se entiende el trasfondo del argumento ajeno, en cuyo efecto deviene una cuestionable refutación inmediata pues casi siempre bajo el semblante egoísta que nos es esencial, hablamos desde nuestro sentido, siendo imposible desde él, ponernos en el lugar del otro.

Ahora bien, si un paradigma comporta una especial manera de entender el mundo, explicarlo y manipularlo ¿por qué razón debe haber un paradigma dominante? Siendo respetuosos de las diferencias toda forma de encuentro sujeto–objeto–fenómeno debería tener igual validez; por lo tanto la tarea en la academia en el marco de una reforma profunda no es llegar a consensos. Ello supondría una dirección y la abolición del punto de vista. El reto para quienes creemos en el sentido amplio de educación será siempre construir desde el disenso, ésa es la única garantía del sentido real de la academia en la praxis formativa, sentido que solo tendrá lugar cuando desde la diversidad sea posible el encuentro, pues el acuerdo, más si es democrático, supone por antonomasia la clausura del desarrollo libre del pensamiento.

De este modo, confieso que soy de los que cree posible generar un nuevo modelo de sociedad, con base en lazos universales como cooplanetarios que somos, un tejido que nos encuentre desde las diferencias culturales, sociales y existenciales, donde se le permita a la locura secundar nuestro lugar en el mundo, no desde un paradigma de región que nos disminuye, sino desde el universal planeta que, al habitar, éticamente nos pertenece. 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Dónde está dios?


Impura es la conciencia no el cuerpo
Por. Jonnathan Narváez

En la siguiente sentencia sintetizo el interés de Crhistopher Hitchens ‘Todas las posturas de sumisión y entrega deberían formar parte de nuestra prehistoria’ cuando escribe su obra Dios no es bueno, motivo de la presente reflexión, su lectura me suscita una serie de interrogantes, que quisiere compartirles, no sin antes afirmar que soy creyente, pero también pensante ¿Cuál ha de ser la diferencia fenomenológica entre el creyente, el ateo y  el agnóstico? ¿Es acaso la negación del dios de las religiones la abolición de toda creencia? ¿No es cultural el adoptar unos preceptos morales circunscritos en la historia por las religiones? ¿Qué pasaría con el sujeto de no adoptar una norma trascendente a su vanidad? Vemos con lo anterior, que el problema de dios no es su concepto, el cual se aposenta en el mundo de las ideas platónicas sino su vivencia en medio de los hombres, en la ciudad terrenal agustiniana.

En nuestra memoria como en la de Crhistopher se depositan aquellos episodios donde fuimos formados en la fe, aquella que aún quizá defendemos o contra argumentamos, negamos, odiamos e incluso idolatramos; dudar es contrariar los preceptos de la fe, pero en la lógica cartesiana dudar es el sustento del pensar y sólo en el pensar nos es posible el existir, es más, donde quedaría el fundamento de la educación, si la conciencia se conformará con aceptar sin mayor cuestionamiento todas las barbaridades que se enseñan, donde quedaríamos como sujetos en nuestra posibilidad de re significar la angustia una vez dado el inconveniente de haber nacido.

Para que cielos o infiernos si el mayor suplicio nos es dado con la vida, para nadie es extraño que la maldad es premiada en la tierra, los malos tienen a su disposición los deleites del mundo, los buenos al contrario se conforman con lo poco que la divina providencia les concede, de hecho, para quienes optamos por la benevolencia como estilo de vida nadie nos asegura que realmente habrá recompensa para el acto bueno, premio que buscan las mayorías. Pero quien no va querer evitar el sartén caliente  que le espera en la  condena eterna, si para ello solo es necesario dar diezmos, ir a misa y ayudar en la iglesia.

Cuales son las razones para que toda iglesia prospere a tal punto de ser el negocio más rentable del mundo, quizá la culpa puede mas que la razón, y la humanidad requiere expiar las maldades incrustadas en sus pensamientos, maldad que como hombres compartimos, masacres que como humanidad presidimos, indiferencia que como connacionales perpetramos, odios que como bestias prodigamos; de ahí la diferencia entre el acto del creyente y del laico, mientras el creyente está signado por la hipocresía, el laico está guiado por sospechosos altruismos; sin embargo, mientras los creyentes necesitan el refuerzo esperanzador de la vida eterna los laicos infieles a la fe no necesitamos ningún tipo de condicionamiento.

Así, creyentes, gnósticos y ateos en medio del porvenir de una ilusión, procuramos coherencia entre el decir y el actuar, para infortunio de los creyentes dado que los laicos no debemos aparentar en homilías, nosotros podemos minimizar las incoherencias, ellos no; pero que nos espera si construimos en las iglesias falaces sociedades, lo paradójico es que podrán engañar pastores y sacerdotes al otro humano pero no al dios altísimo de quien  dicen ser sus representantes; es más, si el pueblo es de dios, al papa, deberíamos nombrarlo por voto democrático y universal, pero no somos purpurados. En el fondo para quienes ostentan el poder eclesiástico, en el imaginario el pobre pueblo aunque creyente es infiel, la anterior es una bella muestra de que tan lejos están las religiones de lo que profesan.

En medio de las paradojas, dicen que la religión es una necesidad, sin embargo, la vida no necesita de analgésicos, ella se escribe en el devenir del acto humano, y el sol nace para ateos y creyentes. Incluso si fuere necesidad, ya contamos en lo terrenal con cárceles, universidades, hospitales psiquiátricos y escuelas militares, para que ostentar boletos adicionales al infierno para paliar nuestras culpas; ahora bien, ¿Qué será del hombre sin la angustia? Una simple marioneta del tiempo, no entiendo entonces porque la religión busca consolar al sujeto en su angustia, si con ello desvía el foco central del discurso dirigido al sí mismo, desatendiendo al sujeto que se gesta en lo humano. Tal vez, debe ser por el temor al hombre que se piensa en la nausea, puesto que éste es capaz de crear y recrear nuevos valores, donde posiblemente la fe dejará de ocupar su silla dentro de las principales virtudes.
Otra contradicción, es que la religión profesa la dicha posible en un mundo venidero, pero con todas sus acciones vemos que busca el poder en ésta, por algo las mayores riquezas del Banco Mundial pertenecen al Estado del Vaticano. Por otro lado, la historia evidencia la obsesión de los credos religiosos con la sangre, no basta con cegar al hombre, ahora le incitan a matar en nombre de quienes se supone predicaron lo justo, ¿acaso el principio regente de toda ética posible no es el respeto a la vida?, porque razón entonces es licito para los creyentes cualquiera sea su credo, hacer que la religión mate, a tal punto de convertirse en la causa de una posible tercera guerra mundial.

Tanta muerte, tanta miseria, tanta desolación, si dios existe ¿dónde está? padre la situación está muy difícil puede ayudarme, tranquila hija, espera en dios, ¿Dónde le espero? ¿Dónde estás dios?, allí, ahí donde la razón no ejerce influencia sobre la voluntad ciega llamada fe, donde la esperanza desespera, donde la omisión de tu acto hace que te perpetúes en la espera y en la miseria; ¿Dónde está dios? En el corazón de millares de cooplanetarios cegados por el opio, por el discurso de un padre que deshumaniza desde una absurda moral en nombre del dios de la religión inquisidora, pero ¿Dónde, donde, donde está dios? Ahí al pie de tu mesa, observando cual de tus alimentos es puro, dictaminando que acción es buena y cual no, que hombre es digno de la vida eterna y cuantos no.

Si la culpa es de la vaca, que tiene que ver el pobre cerdo con la impureza, impura es la conciencia no el cuerpo, la piedra guardada no la piedra lanzada, lamentablemente, la religión se suma al gran listado de fetiches que distorsionan nuestra imagen del mundo, en todo caso, difícilmente podremos darnos cuenta de lo extraordinario y pasajero ofertado por eterno presente, mientras sigamos con la venda de una fe no reflexionada, de un acto aparente, de una religión idealizada.