Impura es la conciencia no el cuerpo
Por. Jonnathan Narváez
En la siguiente sentencia sintetizo el interés de Crhistopher Hitchens ‘Todas las posturas de sumisión y entrega deberían formar parte de nuestra prehistoria’ cuando escribe su obra Dios no es bueno, motivo de la presente reflexión, su lectura me suscita una serie de interrogantes, que quisiere compartirles, no sin antes afirmar que soy creyente, pero también pensante ¿Cuál ha de ser la diferencia fenomenológica entre el creyente, el ateo y el agnóstico? ¿Es acaso la negación del dios de las religiones la abolición de toda creencia? ¿No es cultural el adoptar unos preceptos morales circunscritos en la historia por las religiones? ¿Qué pasaría con el sujeto de no adoptar una norma trascendente a su vanidad? Vemos con lo anterior, que el problema de dios no es su concepto, el cual se aposenta en el mundo de las ideas platónicas sino su vivencia en medio de los hombres, en la ciudad terrenal agustiniana.
En nuestra memoria como en la de Crhistopher se depositan aquellos episodios donde fuimos formados en la fe, aquella que aún quizá defendemos o contra argumentamos, negamos, odiamos e incluso idolatramos; dudar es contrariar los preceptos de la fe, pero en la lógica cartesiana dudar es el sustento del pensar y sólo en el pensar nos es posible el existir, es más, donde quedaría el fundamento de la educación, si la conciencia se conformará con aceptar sin mayor cuestionamiento todas las barbaridades que se enseñan, donde quedaríamos como sujetos en nuestra posibilidad de re significar la angustia una vez dado el inconveniente de haber nacido.
Para que cielos o infiernos si el mayor suplicio nos es dado con la vida, para nadie es extraño que la maldad es premiada en la tierra, los malos tienen a su disposición los deleites del mundo, los buenos al contrario se conforman con lo poco que la divina providencia les concede, de hecho, para quienes optamos por la benevolencia como estilo de vida nadie nos asegura que realmente habrá recompensa para el acto bueno, premio que buscan las mayorías. Pero quien no va querer evitar el sartén caliente que le espera en la condena eterna, si para ello solo es necesario dar diezmos, ir a misa y ayudar en la iglesia.
Cuales son las razones para que toda iglesia prospere a tal punto de ser el negocio más rentable del mundo, quizá la culpa puede mas que la razón, y la humanidad requiere expiar las maldades incrustadas en sus pensamientos, maldad que como hombres compartimos, masacres que como humanidad presidimos, indiferencia que como connacionales perpetramos, odios que como bestias prodigamos; de ahí la diferencia entre el acto del creyente y del laico, mientras el creyente está signado por la hipocresía, el laico está guiado por sospechosos altruismos; sin embargo, mientras los creyentes necesitan el refuerzo esperanzador de la vida eterna los laicos infieles a la fe no necesitamos ningún tipo de condicionamiento.
Así, creyentes, gnósticos y ateos en medio del porvenir de una ilusión, procuramos coherencia entre el decir y el actuar, para infortunio de los creyentes dado que los laicos no debemos aparentar en homilías, nosotros podemos minimizar las incoherencias, ellos no; pero que nos espera si construimos en las iglesias falaces sociedades, lo paradójico es que podrán engañar pastores y sacerdotes al otro humano pero no al dios altísimo de quien dicen ser sus representantes; es más, si el pueblo es de dios, al papa, deberíamos nombrarlo por voto democrático y universal, pero no somos purpurados. En el fondo para quienes ostentan el poder eclesiástico, en el imaginario el pobre pueblo aunque creyente es infiel, la anterior es una bella muestra de que tan lejos están las religiones de lo que profesan.
En medio de las paradojas, dicen que la religión es una necesidad, sin embargo, la vida no necesita de analgésicos, ella se escribe en el devenir del acto humano, y el sol nace para ateos y creyentes. Incluso si fuere necesidad, ya contamos en lo terrenal con cárceles, universidades, hospitales psiquiátricos y escuelas militares, para que ostentar boletos adicionales al infierno para paliar nuestras culpas; ahora bien, ¿Qué será del hombre sin la angustia? Una simple marioneta del tiempo, no entiendo entonces porque la religión busca consolar al sujeto en su angustia, si con ello desvía el foco central del discurso dirigido al sí mismo, desatendiendo al sujeto que se gesta en lo humano. Tal vez, debe ser por el temor al hombre que se piensa en la nausea, puesto que éste es capaz de crear y recrear nuevos valores, donde posiblemente la fe dejará de ocupar su silla dentro de las principales virtudes.
Otra contradicción, es que la religión profesa la dicha posible en un mundo venidero, pero con todas sus acciones vemos que busca el poder en ésta, por algo las mayores riquezas del Banco Mundial pertenecen al Estado del Vaticano. Por otro lado, la historia evidencia la obsesión de los credos religiosos con la sangre, no basta con cegar al hombre, ahora le incitan a matar en nombre de quienes se supone predicaron lo justo, ¿acaso el principio regente de toda ética posible no es el respeto a la vida?, porque razón entonces es licito para los creyentes cualquiera sea su credo, hacer que la religión mate, a tal punto de convertirse en la causa de una posible tercera guerra mundial.
Tanta muerte, tanta miseria, tanta desolación, si dios existe ¿dónde está? padre la situación está muy difícil puede ayudarme, tranquila hija, espera en dios, ¿Dónde le espero? ¿Dónde estás dios?, allí, ahí donde la razón no ejerce influencia sobre la voluntad ciega llamada fe, donde la esperanza desespera, donde la omisión de tu acto hace que te perpetúes en la espera y en la miseria; ¿Dónde está dios? En el corazón de millares de cooplanetarios cegados por el opio, por el discurso de un padre que deshumaniza desde una absurda moral en nombre del dios de la religión inquisidora, pero ¿Dónde, donde, donde está dios? Ahí al pie de tu mesa, observando cual de tus alimentos es puro, dictaminando que acción es buena y cual no, que hombre es digno de la vida eterna y cuantos no.
Si la culpa es de la vaca, que tiene que ver el pobre cerdo con la impureza, impura es la conciencia no el cuerpo, la piedra guardada no la piedra lanzada, lamentablemente, la religión se suma al gran listado de fetiches que distorsionan nuestra imagen del mundo, en todo caso, difícilmente podremos darnos cuenta de lo extraordinario y pasajero ofertado por eterno presente, mientras sigamos con la venda de una fe no reflexionada, de un acto aparente, de una religión idealizada.