miércoles, 29 de diciembre de 2010

A la ingrata distancia


En lo aparente se construye un momento no nuestro,
En lo imaginado se secunda la brisa que alerta la vitalidad del instante tras todo acto,
Entonces ¿Cómo no secundar presentes en el espacio que dista el contacto?,
Finalmente, avivar, recordar, buscar y seguir estando.

He querido hacer poesía pero con la esterilidad que propone en mi vida su ausencia,
Hasta el escribir se torna vago,
Quisiere lentamente acercar mi mente a su cuerpo,
Sin  embargo, mi pensamiento reposa paralizado en la ficticia escena del encuentro.

Somos de barro, o al menos mi componente es la arcilla,
De esos seres que en el azar se encuentran y en la palabra deciden aunar el absurdo,
De los caminantes que avanzan sin el temor de ser llevados por la avalancha,
De los itinerantes capaces de anidar el silencio en la distancia.

Avizoramos la excusa y  alimentamos el ser de cristalinos y minúsculos detalles,
En la impaciencia de un delirante deseo que le acaricia en coloridas imágenes,  
En  ese andar aún no construido, en el posible aún no vivido.

He querido dejar de ser la nostalgia de una estancia siempre ajena,
Ser el motivo para avivar el tumulto y sonreír más de dos veces,
Ser la acaricia propicia en la ingrata distancia,
Ser uno con usted, tres con nuestros pacientes anhelos.

Somos el mal chiste de un absurdo desde siempre incomprendido,
De esos seres sin temores y vanidades,
De los caminantes sin futuros ni destinos,
De los itinerantes, náufragos y navegantes.

He deseado encontrarle pero el espacio fue un mal invento,
Le he querido desde siempre pero lo sabe, soy cobarde,
Le escribo a usted sin miedo, con certezas,
Me enamora su piel, sus palabras y sus dispensas.

viernes, 24 de diciembre de 2010

La vida es y seguirá siendo el pretexto que nos convoca

En  Campo de la Cruz, Santa Lucía, Candelaria y Manatí no habrá nochebuena no en razón de los valiosos aportes de los 'solidarios' colombianos, ni a causa de nuestra madre naturaleza que sigue llorando por tanto dolor que le aqueja. En dichas poblaciones así como en África, Bolivia o nuestro mismo barrio no habrá noche buena porque por más donaciones que se hagan esencialmente nada ha cambiado.



Navidad, es una de tantas ocasiones donde el ocio tiene lugar, desde éste, nos es posible secundar un instante en el marco del consumismo que atañe a las mayorías, o disponernos a observar detenidamente la crudeza de un planeta investido de desolación o de los aparentes esfuerzos del hombre por contener los efectos de su deshumanizada ansia de crear y recrear sociedades inequitativas, ligadas a sistemas asfixiantes de producción.

La vida es y seguirá siendo el pretexto que nos convoca, bien en la adversidad donde emerge el llanto y la desesperanza o en la felicidad efecto del egoísmo que nos es esencial, quizá sea más fácil conquistar sonrisas aparentes que escribir textos a partir de lagrimas que evocan situaciones existenciales para muchos cotidianas (como el hambre, la muerte o la miseria y otras cuantas calamidades inventadas por el hombre para el hombre), en todo caso, es lamentable que el hombre hiciere común lo extraordinario, de hecho cada mañana con Benedetti será una buena noticia, sí y solo si, recuperamos la capacidad de darnos cuenta.

El darse cuenta, es la síntesis de una vida contemplativa en el silencio de un ser que se detiene a discriminar lo esencial a su naturaleza; con Darwin quizá nos hemos históricamente aventurado a hipotetizar un posible accidente de la condición del homo sapiens, en tanto como especie se haya inmerso en la lógica de la selección natural dentro del encause de la ley del más fuerte, sin embargo, ¿será acaso la racionalidad que muchos ostentamos la causa de la tergiversación en la aplicabilidad ontogenética de tal ley? Lo anterior por cuanto, el león es depredador de cebras, pero jamás hará algo para que la cebra se extinga, tal vez, Darwin omitió el referente de la selección natural, donde el exterminio de una especie supone a su vez la extinción del más fuerte, en el caso del hombre, el exterminio del planeta (convertido hoy en su presa) terminará por ser su propio exterminio.

Años han pasado y aún en los albores de la más desalentadora situación ambiental, el hombre como especie no se dispone a reconocer en acciones su responsabilidad agente o encubridora, frente a los fenómenos ambientales y sociales que a diario estremecen a quienes aún preservan en su ser escollos de humanidad, muchos otros seguimos estando, transeúntes de un presente que deseamos sea nuestro, siendo a veces, ajenos ante los acontecimientos, o por instantes realmente solidarios.

Que será de la navidad sin la vida, del presente sin su sustento, del niño sin ilusiones, de tantos y tantas sin su techo; no obstante, en virtud de las mayorías cómodas, para niñas y ancianos navidad seguirá siendo una sonora palabra, otra fecha para compartir con los nuestros y para que pocos nos cuestionemos dónde quedan los ajenos; algún día espero que la razón de paso al sentipensamiento, para secundar la congruencia de la única especie en cuyo paso arroja resultados devastadores para un planeta que no sólo es nuestro.

El desequilibrio ético en la abolición de la otredad dado el no reconocimiento de la diferencia, hace que el proyecto del hombre diste del perfeccionamiento humano, entendido éste, como un estado de la conciencia donde es posible cohabitar en sí mismos con la bipolaridad de nuestro ser, donde odio y amor dejen la censura, donde la cordura elimine el dañino orgullo  que imposibilita el reconocimiento del error, eje fundamental desde donde es posible en diciembre, mayo o agosto hablar de navidad.

Cambiemos la natilla y los buñuelos solidarizando nuestra mirada en el encuentro con ese otro, en cuyo presente la calamidad del hombre ha arrebatado hasta los deseos de seguir estando. En todo caso advierto, la necesidad de cambiar de sendero, que nuestra ruta integre el camino del ser que se construye en el encuentro del otro, en el acto del comprender subyacente a la mirada empática de la vida, como un suceso no ajeno. 

domingo, 19 de diciembre de 2010

Aún no se cuando...

Me temo que el silencio acaricia la tonada que se desvanece cuando miro con mis manos y huelo con mi boca, cuanta penumbra acontece sin la luz que ha de venir con tu presencia oscura y tenue en la sombra del cielo.

Ohhh luna que ahí te encuentras meditando en cada noche, serena como pocos y apasionadamente musical, como el principito en su loco recorrido yo me aposento frente a tu tierna luz, desvaneciendo mis miedos, cerrando mis ojos y paulatinamente escuchando.

Que aroma contemplan mis oídos, dulce como el café floreciente, como la nuez partida y como tu eterno ser en medio de todos; que suave es tu sonido en cada caricia que nos damos, en cada noche donde meditamos, en cada silencio donde nos contemplamos.

Fascinante es la locura cuando saboreamos aquella sutil melodía que en la calma de mi corazón bajo la luz de tu canción, adormece mis tormentos apacentando mi alma.

Que tierna caricia me brinda ese sonsonete que cada noche participas cuando puntualmente apareces tras la partida del sol, y en tu oscura o iluminada figura, en el silencio o en la bulla, representas aquello celeste que en ciudades o campos nos permite un lirico concierto de erotizada bohemia.

Y así, fugaz es tu música en esa mirada cancionera, desprendes tu sonido aquietando en la tormenta mis tormentosos sueños, gracias Luna……

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tras las huellas del Minotauro

Sé que divago con frecuencia abriendo la puerta a la tempestad en la brevedad del silencio paulatinamente opacado por la furia del viento en lo alto de la ventana, <me constan también vuestras acusaciones> reconozco que en mi pequeño espacio aprovechando la apertura de la vieja puerta unos desgraciados han entrado,  no niego tus acusaciones, lo sé, soy insensato, incoherente muchas veces, pues  como dices <aquella vieja puerta hace mucho tiene dañado el cerrojo>, no es segura lo admito ¿pero que he de perder si tu misma ya te has ido? Es difícil entender el lugar de la torpeza del otro, cuando no sentimos y comprendemos el presente desde su óptica, en todo caso, la puerta seguirá con el cerrojo dañado a la espera de tu agrio aroma atravesando nuevamente la casa.

Mi casa, esa descolorida pared escuálida como el árbol del miedo sembrado por ti al lado derecho de la maceta de oro, si, mi casa, vuestro anterior abrigo, ella se ha convertido como señalas, en el asidero de tumulto de penas y vagas sonrisas, por ello, me declaro culpable de ser testigo de la miseria y pido la máxima pena por acostumbrarme a aquellos llantos y permitir en mi único instante posible de ser vivido <que se esfume la locura>.

Mi casa, aquel ostentoso refugio de diez pensamientos y un mil de banalidades, ha sido desde hace mucho el escondedero de mi temerosa mirada en el diván de la clara noche que enreda mis calculados pasos. Sus pálidas paredes  me precipitan a diario a la boca  del remolino en cuya tierna indefensión soy lanzado cada mañana en el agitado despertar con gran insistencia. Espero recuerdes aquel laberinto fantasmal que señala el camino hacia mi vieja casa, la misma descolorida casa al lado del árbol del miedo donde el viento roza en cada pomposo momento la desde entonces cortina de la ventana.


El hecho, es que el laberinto azul tornasol posee un tímido olor a franela destilado, el cual se nutre del recóndito recuerdo donde me hallaba embriagado en el compacto sabor a ti, rememorando aquel lugar al pie de la silla corrediza que da con el pasaje secreto donde está oculto el elixir de la esperada calma.

Con tu partida, solo sé que en mi laberinto sigo siendo yo en medio de mis crudas excitaciones, en cuyas puertas en el equivoco del sueño, siempre, aunque nunca he entendido la razón, te encuentras señalando fríamente que no hay salida. Laberinto aquel, donde es vaga la enseñanza pues no ha de haber maestro que enseñe los oficios del propio silencio en el menester inalcanzable de la vida que nos lleve a conquistar el día soñado.
 
Como las letras a las canciones son las partes a mi casa, puertas sólo tres, ventanas cinco, sillas dos, tasas una, colores, olores, ruidos y como olvidar una fogata en donde vagos pensadores entorno a un tinto, cosechado en la huerta del llamado portal interior del encuentro, en un lugar no identificado del laberinto, devela el lenguaje en el que tu y yo, ingrata y siempre ajena amiga, atrapados, seguimos existiendo.  


domingo, 14 de noviembre de 2010

Encuentros y Falacias: La Educación Eticamente nos Pertenece


Pareciera invernar. ¿Qué pasaría con el ser humano si tuviere la capacidad del oso polar para invernar el cincuenta por ciento de su existencia? Sin duda, tendría un buen tiempo para evadir el fatídico y tirano caminar, que le hace uno común entre muchos y no un diferente entre tantos. Los procesos de masificación están insertos en el lenguaje del hacer en medio de una sociedad postmoderna, mercantilista, al servicio del libre fluir de información no constructiva, ligada obviamente a la producción como el plus del éxito, en torno a un calculador sendero en el, a priori, «si hago esto seré feliz».

¿Cómo humanizar los contextos? Presumiblemente el trabajo no hace al hombre ser humano, ni siquiera le imprime un componente que garantice, en las afanosas y monótonas jornadas, algo más allá de la utilidad monetaria y la satisfacción (no en todos los casos) por el deber cumplido. El «hacer»: vaya ¿acaso te has preguntado por qué tu vida está dispuesta a hacer cosas? Cuando hacemos obviamos las preguntas, por cuanto toda actividad imprime un método, una forma de hacer más eficiente el trabajo, pero no da lugar al cuestionamiento; para muchos, dicha situación presupone el sendero lineal de un eterno presente que se desvanece presurosamente, sin ni siquiera componer de su vida un verso existencial en el menor grado de simplicidad.

El malestar de la cultura no es otra cosa que la ruptura del proceso comunicacional inherente a la duda cartesiana, dudar de todo al menos como proceso implica ser receptores críticos de aquellos contenidos que se hacen fenomenológicamente presentes a una conciencia que aprende; sin embargo, en escuelas de cualquier tipo, la pregunta se ha focalizado en el universal ¿entendieron? Ni siquiera ¿entiendes? Qué futuro podremos ofertar si en el aula, donde supuestamente gestamos el «ser» de los hombres y mujeres del presente, el discurso no es dual-dirigido; al contrario, en ellas se evidencia a un sujeto que “se sabe” conducente simbólicamente a la dirección de un todo sin forma, el cual muchas veces corresponde más a la etiqueta (ese grupo si es indisciplinado, es el más altanero, o es juicioso) negando con ello cualquier posibilidad existencial de un contraargumento que dinamice en la complejidad los correlatos de la realidad.

En todo caso, hombres y mujeres de todas las partes preferimos la ocupación, en mi opinión porque ocupar la mente no necesariamente implica el acto del hablar o ponerse en cuestión. Para las mayorías el hacer supone un clima, a mayor silencio mayor productividad, más cuando la mirada se aposenta sobre un objeto difuso en cuya comprensión es funcional buscar la visión enciclopédica, cuya posesión conceptual favorece dos procesos: (1) signar al sujeto poseedor de conceptos como letrado, esto es abastecer de narcisismo del sujeto y (2) librarlo de la angustia que supone la emergencia creativa de nuevas definiciones de objetos en conjunto con la posibilidad inherente de ser refutado. De ahí que haya mayor dificultad en crear que en aprender.

De hecho, si definimos enciclopédicamente academia, aquellos que queremos recrear una educación focalizada en el desaprendizaje no tenemos lugar en ella, de manera que todo concepto bien en el plano de la cotidianidad o de la ciencia se caracteriza lógicamente por definir lo que algo es en sí mismo y no otra cosa, siendo intrínsecamente toda definición excluyente; puesto que aceptar dos o más definiciones sobre lo mismo supondría para la comunidad científica una alteración de los principios de claridad y precisión. Encontramos entonces la definición de la Real Academia Española para “academia”: “Sociedad científica, literaria o artística, cuyo establecimiento tiene autoridad pública”. ¿Donde quedamos aquellos para quienes la ciencia no es la panacea? ¿O los no literatos y los artistas? Tanto arte y ciencia como literatura constriñen al sujeto que les sigue de unos parámetros que le permiten epistemológicamente ser coherente con los que dice ser, sin embargo, cierta tendencia academicista ha reducido notablemente en los ambientes de academia a los libre-pensadores sin los cuales pocos aportes interesantes habría en el plano de la reflexión.

Usualmente el discurso académico es tan conceptual y ajeno al saber ser que no percata a los involucrados sobre el sentido real de la palabra en el eterno simbolismo del sin sentido que es posible en la medida del lenguaje, he ahí el meollo de la incomprensión, razón de la cual casi nunca se entiende el trasfondo del argumento ajeno, en cuyo efecto deviene una cuestionable refutación inmediata pues casi siempre bajo el semblante egoísta que nos es esencial, hablamos desde nuestro sentido, siendo imposible desde él, ponernos en el lugar del otro.

Ahora bien, si un paradigma comporta una especial manera de entender el mundo, explicarlo y manipularlo ¿por qué razón debe haber un paradigma dominante? Siendo respetuosos de las diferencias toda forma de encuentro sujeto–objeto–fenómeno debería tener igual validez; por lo tanto la tarea en la academia en el marco de una reforma profunda no es llegar a consensos. Ello supondría una dirección y la abolición del punto de vista. El reto para quienes creemos en el sentido amplio de educación será siempre construir desde el disenso, ésa es la única garantía del sentido real de la academia en la praxis formativa, sentido que solo tendrá lugar cuando desde la diversidad sea posible el encuentro, pues el acuerdo, más si es democrático, supone por antonomasia la clausura del desarrollo libre del pensamiento.

De este modo, confieso que soy de los que cree posible generar un nuevo modelo de sociedad, con base en lazos universales como cooplanetarios que somos, un tejido que nos encuentre desde las diferencias culturales, sociales y existenciales, donde se le permita a la locura secundar nuestro lugar en el mundo, no desde un paradigma de región que nos disminuye, sino desde el universal planeta que, al habitar, éticamente nos pertenece. 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Dónde está dios?


Impura es la conciencia no el cuerpo
Por. Jonnathan Narváez

En la siguiente sentencia sintetizo el interés de Crhistopher Hitchens ‘Todas las posturas de sumisión y entrega deberían formar parte de nuestra prehistoria’ cuando escribe su obra Dios no es bueno, motivo de la presente reflexión, su lectura me suscita una serie de interrogantes, que quisiere compartirles, no sin antes afirmar que soy creyente, pero también pensante ¿Cuál ha de ser la diferencia fenomenológica entre el creyente, el ateo y  el agnóstico? ¿Es acaso la negación del dios de las religiones la abolición de toda creencia? ¿No es cultural el adoptar unos preceptos morales circunscritos en la historia por las religiones? ¿Qué pasaría con el sujeto de no adoptar una norma trascendente a su vanidad? Vemos con lo anterior, que el problema de dios no es su concepto, el cual se aposenta en el mundo de las ideas platónicas sino su vivencia en medio de los hombres, en la ciudad terrenal agustiniana.

En nuestra memoria como en la de Crhistopher se depositan aquellos episodios donde fuimos formados en la fe, aquella que aún quizá defendemos o contra argumentamos, negamos, odiamos e incluso idolatramos; dudar es contrariar los preceptos de la fe, pero en la lógica cartesiana dudar es el sustento del pensar y sólo en el pensar nos es posible el existir, es más, donde quedaría el fundamento de la educación, si la conciencia se conformará con aceptar sin mayor cuestionamiento todas las barbaridades que se enseñan, donde quedaríamos como sujetos en nuestra posibilidad de re significar la angustia una vez dado el inconveniente de haber nacido.

Para que cielos o infiernos si el mayor suplicio nos es dado con la vida, para nadie es extraño que la maldad es premiada en la tierra, los malos tienen a su disposición los deleites del mundo, los buenos al contrario se conforman con lo poco que la divina providencia les concede, de hecho, para quienes optamos por la benevolencia como estilo de vida nadie nos asegura que realmente habrá recompensa para el acto bueno, premio que buscan las mayorías. Pero quien no va querer evitar el sartén caliente  que le espera en la  condena eterna, si para ello solo es necesario dar diezmos, ir a misa y ayudar en la iglesia.

Cuales son las razones para que toda iglesia prospere a tal punto de ser el negocio más rentable del mundo, quizá la culpa puede mas que la razón, y la humanidad requiere expiar las maldades incrustadas en sus pensamientos, maldad que como hombres compartimos, masacres que como humanidad presidimos, indiferencia que como connacionales perpetramos, odios que como bestias prodigamos; de ahí la diferencia entre el acto del creyente y del laico, mientras el creyente está signado por la hipocresía, el laico está guiado por sospechosos altruismos; sin embargo, mientras los creyentes necesitan el refuerzo esperanzador de la vida eterna los laicos infieles a la fe no necesitamos ningún tipo de condicionamiento.

Así, creyentes, gnósticos y ateos en medio del porvenir de una ilusión, procuramos coherencia entre el decir y el actuar, para infortunio de los creyentes dado que los laicos no debemos aparentar en homilías, nosotros podemos minimizar las incoherencias, ellos no; pero que nos espera si construimos en las iglesias falaces sociedades, lo paradójico es que podrán engañar pastores y sacerdotes al otro humano pero no al dios altísimo de quien  dicen ser sus representantes; es más, si el pueblo es de dios, al papa, deberíamos nombrarlo por voto democrático y universal, pero no somos purpurados. En el fondo para quienes ostentan el poder eclesiástico, en el imaginario el pobre pueblo aunque creyente es infiel, la anterior es una bella muestra de que tan lejos están las religiones de lo que profesan.

En medio de las paradojas, dicen que la religión es una necesidad, sin embargo, la vida no necesita de analgésicos, ella se escribe en el devenir del acto humano, y el sol nace para ateos y creyentes. Incluso si fuere necesidad, ya contamos en lo terrenal con cárceles, universidades, hospitales psiquiátricos y escuelas militares, para que ostentar boletos adicionales al infierno para paliar nuestras culpas; ahora bien, ¿Qué será del hombre sin la angustia? Una simple marioneta del tiempo, no entiendo entonces porque la religión busca consolar al sujeto en su angustia, si con ello desvía el foco central del discurso dirigido al sí mismo, desatendiendo al sujeto que se gesta en lo humano. Tal vez, debe ser por el temor al hombre que se piensa en la nausea, puesto que éste es capaz de crear y recrear nuevos valores, donde posiblemente la fe dejará de ocupar su silla dentro de las principales virtudes.
Otra contradicción, es que la religión profesa la dicha posible en un mundo venidero, pero con todas sus acciones vemos que busca el poder en ésta, por algo las mayores riquezas del Banco Mundial pertenecen al Estado del Vaticano. Por otro lado, la historia evidencia la obsesión de los credos religiosos con la sangre, no basta con cegar al hombre, ahora le incitan a matar en nombre de quienes se supone predicaron lo justo, ¿acaso el principio regente de toda ética posible no es el respeto a la vida?, porque razón entonces es licito para los creyentes cualquiera sea su credo, hacer que la religión mate, a tal punto de convertirse en la causa de una posible tercera guerra mundial.

Tanta muerte, tanta miseria, tanta desolación, si dios existe ¿dónde está? padre la situación está muy difícil puede ayudarme, tranquila hija, espera en dios, ¿Dónde le espero? ¿Dónde estás dios?, allí, ahí donde la razón no ejerce influencia sobre la voluntad ciega llamada fe, donde la esperanza desespera, donde la omisión de tu acto hace que te perpetúes en la espera y en la miseria; ¿Dónde está dios? En el corazón de millares de cooplanetarios cegados por el opio, por el discurso de un padre que deshumaniza desde una absurda moral en nombre del dios de la religión inquisidora, pero ¿Dónde, donde, donde está dios? Ahí al pie de tu mesa, observando cual de tus alimentos es puro, dictaminando que acción es buena y cual no, que hombre es digno de la vida eterna y cuantos no.

Si la culpa es de la vaca, que tiene que ver el pobre cerdo con la impureza, impura es la conciencia no el cuerpo, la piedra guardada no la piedra lanzada, lamentablemente, la religión se suma al gran listado de fetiches que distorsionan nuestra imagen del mundo, en todo caso, difícilmente podremos darnos cuenta de lo extraordinario y pasajero ofertado por eterno presente, mientras sigamos con la venda de una fe no reflexionada, de un acto aparente, de una religión idealizada.